miércoles, 21 de mayo de 2014

Francisco de Goya






BIBLIOGRAFIA

(Francisco José de Goya y Lucientes; Fuendetodos, España, 1746 - Burdeos, Francia, 1828)
Francisco de Goya nació en el año 1746, en Fuendetodos, localidad de la provincia española de Zaragoza, hijo de un dorador de origen vasco, José, y de una labriega hidalga llamada Gracia Lucientes. Avecinada la familia en la capital zaragozana, entró el joven Francisco a aprender el oficio de pintor en el taller del rutinario José Luzán, donde estuvo cuatro años copiando estampas hasta que se decidió a establecerse por su cuenta y, según escribió más tarde él mismo, "pintar de mi invención".

Pintor y grabador español. Goya fue el artista europeo más importante de su tiempo y el que ejerció mayor influencia en la evolución posterior de la pintura, ya que sus últimas obras se consideran precursoras del impresionismo.

Goya aprendió de su padre el oficio de orador, pero, decidido a dedicarse a la pintura, se trasladó a Madrid para formarse junto a Francisco Bayeu, con cuya hermana se casó en 1775, año de su establecimiento definitivo en Madrid. Bayeu le proporcionó trabajo en la Real Fábrica de Tapices, para la que realizó sesenta y tres cartones, en su mayor parte con escenas idílicas y de la vida diaria, plasmadas con colores claros y vivos e impregnadas de alegría y romanticismo.

Simultáneamente, Goya empezó a pintar retratos y obras religiosas que le dieron un gran prestigio, hasta el punto de que en 1785 ingresó en la Academia de San Fernando y en 1789 fue nombrado pintor de corte por Carlos IV.

Diez años más tarde, en 1799, pintó para el soberano el famoso retrato La familia de Carlos IV, que se considera una de sus obras maestras. Es un retrato oficial, formal en apariencia, pero en el que el autor se permite cierta ironía al plasmar a los personajes con un realismo crítico, representa temas populares, costumbristas, ofreciendo una visión fresca y amable de la vida madrileña, ferias, fiestas, romerías, verbenas y juegos como La pradera de San Isidro o La gallina ciega.

A lo largo de los cartones el tema irá adoptando una atención crítica sarcástica como se observa en algunos detalles de Riña en la ventana nueva, El ciego de la guitarra y La boda.




SU OBRA

Dentro del panorama artístico de su época, Goya supo reflejar los agudos contrastes y las contradicciones de su mundo y de su tiempo. Comenzando por los reyes y siguiendo por los nobles y altos personajes de la corte y del gobierno, toda la España oficial fue retratada por sus penetrantes pinceles, pero su arte no se quedó sólo en el testimonio de las esferas elevadas; supo recoger también las escenas y figuras de la vida popular y profundizar hasta el submundo de las fuerzas ocultas y terribles, de la violencia y de la oscuridad, que parecían esperar su oportunidad. El refinamiento y la elegancia del arte del reinado de Carlos IV no podían ocultar por más tiempo el sustrato de miseria y de violencia sobre el que se sustentaba la sociedad privilegiada; nadie como Goya testificó la muerte del Antiguo Régimen y el doloroso parto de una nueva era.



Francisco de Goya y   no sólo ha sido considerado el más notable pintor de su época y el artista que mejor supo explorar todas las posibilidades abiertas por la evolución estilística del siglo, sino que, sobre todo, es quizás el creador que con mayor precisión dio testimonio, a través de sus pinceles, de los sentimientos que van desde el espíritu optimista del reformismo ilustrado hasta el desengaño generado por el fracaso de las esperanzas puestas en el progreso pacífico de la humanidad, que debía materializarse gracias al imperio de la razón y la filantropía.

Sus primeros trabajos importantes son los que llevó a cabo a partir de 1775 para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara en Madrid, que le contrató para dibujar los cartones que habían de servir de modelos a los artesanos de esta manufactura. En estos cartones, Goya reveló sus dotes para desarrollar una pintura costumbrista y popular llena de gracia y frescura, muy dentro de una estética próxima al rococó en la que se vehicula la vida apacible y esperanzada de un momento marcado por los benéficos efectos de la buena coyuntura económica y por la ilusión que despiertan los avances del movimiento reformista.

Confirmada su maestría, Goya mantuvo su paleta amable y sus colores claros dentro del gusto rococó, convirtiéndose en el retratista preferido de aristócratas, políticos e intelectuales. De este modo, su fama, que se acrecentará con la realización de las alegres escenas de romería que decoran la madrileña ermita de San Antonio de la Florida, le procuró su nombramiento como primer pintor de cámara (1799) y la posibilidad de llevar a cabo una obra maestra del retrato áulico como  La familia de Carlos IV  (1800), perfecta conjunción de penetración psicológica y sutil ironía.


SU INFLUENCIA


Goya fue un pintor tan profuso y original que bien puede afirmarse que no sólo cierra con broche de oro el elegante arte dieciochesco, sino que anticipa la libertad creativa que adoptarían los creadores románticos y anuncia las innovaciones formales del impresionismo y del expresionismo, a la vez que remite por su versatilidad a los grandes maestros de la pintura, como Velázquez y Rembrandt, y prefigura, en su paleta y en la fantasía desbordada de sus dibujos y grabados, la fiereza de grandes artistas del siglo XX, como Otto Dix, Pablo Picasso o Francis Bacon.



No obstante, ese Goya que va más allá del tenebrismo de Alessandro Magnasco, del misticismo de William Blake o del demonismo de Johann Heinrich Füssli, ese Goya que no perece con el paso del tiempo y cuya obra sigue sorprendiendo en nuestros días por sus inagotables aportaciones es, ante todo, un crítico precursor de las formas de ver el mundo en la época contemporánea.


El rococó plasmó, de modo elegante y amable, la gracia dieciochesca de la primera mitad del siglo. Goya rasgó, definitivamente, esa amabilidad, como se pone abiertamente de manifiesto en sus retratos, veraces y en ocasiones despiadados, ricos en color y de luces difuminadas, donde los tejidos adquieren magnificencias y luminosidades increíbles y donde los personajes aparecen en su realidad más viva, cruda e inimaginable. Por su visión temática y por la técnica que emplea (pincelada rápida, color denso unas veces, y muy escaso otras, formando manchas de gran frescura y valentía) es uno de los artistas que más ha influido en el arte moderno.

La fascinación de Goya por las distintas manifestaciones de la cultura popular es el precedente de una forma de realismo social que se reveló muy fecunda durante los siglos XIX y XX. El tono satírico y la voluntad documental de muchos de sus grabados reaparecen en las obras que realizó, a mediados del siglo XIX, Honoré Daumier: este artista francés heredó de Goya tanto la fortaleza del dibujo (que, a menudo, rayaba lo caricaturesco) como el compromiso social. La obra de Daumier dio continuidad a una tendencia artística que desembocó, ya en el siglo XX, en el realismo crítico de los pintores alemanes Otto Dix y George Grosz y en la caricatura moderna.

El interés por las imágenes del subconsciente y por los aspectos oscuros de la existencia, evidente en algunas obras de Goya, prefiguró los movimientos artísticos modernos que otorgaron gran importancia a la actividad psíquica irracional. Así, pues, tendencias creativas como el simbolismo o el surrealismo, que centraron su interés en los procesos mentales en los que la razón ya no ejerce control, tuvieron su precedente en las obras del pintor español.


Cuadros


Originalísimo y audazmente independiente, Goya fue un pintor a la moda rococó cuando la moda rococó se había extinguido en Europa. Fue un pintor ilustrado, pero refractario al neoclasicismo. Fue un pintor de vigorosa personalidad, pero en un tiempo en el que la pintura española carecía de personalidad. Fue un pintor decorativista en sus orígenes, academicista cuando a ello le animaron sus ambiciones cortesanas, y expresionista con un siglo de antelación, en obras como Dos viejos comiendo. Ha sido también considerado por algunos críticos como precedente del impresionismo, por obras como La lechera de Burdeos (1828, Museo del Prado), o del simbolismo, por El coloso o El pánico, pero, en cualquier caso, es decididamente inclasificable por el conjunto insólito de sus grabados (Caprichos,Tauromaquia, Desastres, Disparates) y por los extraños dibujos que proliferan en sus álbumes. La siguiente exposición comentada permite seguir la evolución, en orden cronológico, de esa riquísima y variada trayectoria.